sábado, 25 de julio de 2015

Insatisfacción de fin de semana

Posted by at 10:38

Una respiración profunda con un deje de ronquido suena en la penumbra. Ya no me caben las horas de sueño en los ojos, que luchan por saltar a la temprana mañana y comérsela. Como una orbe sin gravedad en inercia giro y giro entre las sábanas, buscando el sueño que he perdido. Juraría que lo noto entre los dedos, pero se escurre, escapa y se mete en la mente de quien duerme a mi lado.

Afortunado él. Y no porque yo me tenga en alta estima, sino porque duerme mientras doy vueltas. Lo abrazo y acaricio su espalda al encuentro de alguna gota de sueño que le rebose. No hay suerte. Pruebo a lamer su piel en un gesto lascivo, pero duerme demasiado profundamente para darse por enterado.

Joder, es sábado por la mañana. Yo solo quiero dormir o follar hasta caer dormida.

La electricidad del torno del Metro

Posted by at 1:31

El torno del Metro tampoco funciona hoy. Yo creo que mi cuerpo imanta tarjetas mientras atrae las corrientes - decidme que no soy la única a la que los tornos, cuando funcionan, le dan calambre -.

Las mañanas no me despiertan con café y una ducha fría, porque al levantarme no me pasa un alfiler por la boca del estómago y odio el agua fría. Me despiertan las microelectrocuciones de los tornos, cuando no me ha despertado antes la macroelectrocución de un orgasmo.

Pero hoy el torno no funciona, y antes de probar con el siguiente corro el peligro de quedarme dormida y no ir al trabajo en Metro, sino en sueño. Consigo llegar a intentarlo en el siguiente y despierto repentinamente con ese dolor en la mano que duele más que diez agujas clavándose - y sé de lo que hablo -.

¿Qué clase de electricidad estática acumulo cuando sueño? Y no hablo solo de cuando duermo.

jueves, 9 de julio de 2015

Quiero pisar las rayas negras del paso de cebra

Posted by at 20:57
Bloqueo creativo. Miedo a mostrarse. Desidia. Falta de motivación. Poco tiempo. Muchas excusas. Inseguridad. No puedo. No debo. No llego. Olvido de sueños, siempre momentáneo, siempre vuelven.

Nunca es por no tener algo que contar, porque continuamente pasan cosas. En nuestra cabeza. Al fondo del autobús, donde alguien habla con su amante tras un duro diagnóstico médico y un peor diagnóstico vital. En el metro, donde la gente se aleja del borracho violento que está nadando en su propio infierno. En las noches madrileñas, donde un hijo de Albión se sube a una ambulancia tras intentar huir de su vida en un viaje etílico, entre ininteligibles lamentos. ¿Vivimos en algún momento o estamos sobreviviendo como el niño que sólo pisa las rayas blancas del paso de cebra? En algún momento se nos acabará al presupuesto vital y nos quedaremos sin pintura blanca con la que afrontar nuestros fantasmas.

Pintemos nuestro mundo de colores de una vez, con pasión irrefrenable que nada sea capaz de parar, ni siquiera el abismo que nos espera fuera de las barras blancas de seguridad. Porque encerrarse detrás de ellas es encarcelarse voluntariamente.

Por mi parte, yo he decidido volver a escribir. Tras mucho tiempo. La pregunta para muchos sería por qué. Para mí es por qué dejé de hacerlo.
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