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martes, 28 de mayo de 2013

La enseñanza de las cosas útiles

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Miró preocupada por la ventana del despacho cómo columnas de humo negro subían por toda la ciudad. Londres ardía. La gente estaba enfadada porque los precios habían subido demasiado y muchos ya tenían dificultades para encontrar comida que comprar que no se saliera de su ajustado presupuesto. Sabía que tenían razón, y había hecho lo imposible por mitigar el duro golpe económico que estaba suponiendo esta nueva crisis energética. Si en los primeros años del nuevo milenio se hubiera luchado por energías renovables, los países con petróleo no tendrían al resto ahora cogidos por los huevos.

Tenía que hacer algo. Dejar que la gente siguiera desatando su furia no era una buena opción. Pero reprimir esa furia cuando tienen razón... Los discursos no habían servido más que para poner a la opinión pública más furiosa, porque los ciudadanos pensaban que estaba tranquilamente en su casa, segura, con un arsenal de alimentos, y que todo le daba igual. Pensar en ello la enfadó. Ella, que tanto se preocupaba por todos...

Sus consejeros insistían una y otra vez en que tenía que lanzar al Ejército contra ellos. La policía estaba desbordada y parecía haber perdido el respeto del que gozaba hace unos años. No veía otra opción. Levantó el teléfono.

- De acuerdo, adelante. Sacad al Ejército a la calle. No puedo consentir que Londres siga ardiendo.

Costó toda una semana, pero los disturbios cesaron. La gente se quedaba en casa por miedo, y no era para menos. Veinte muertes demostraron que el Ejército iba a ser implacable y que, por mucha razón que tuvieran los ciudadanos, no podía consentirse esa situación.

La Primera Ministra abrió una antigua caja en casa de sus padres, con objetos, fotografías y papeles de su adolescencia. Sacó su examen de ingreso en Eton y buscó la pregunta 1c.

Es el año 2040. Las calles de Londres arden entre disturbios provocados por la falta de petróleo a causa de una crisis petrolífera en Oriente Medio. Los ciudadanos que protestan han atacado edificios públicos. Muchos policías han muerto. Por eso, el Gobierno ha desplegado al Ejército para parar las protestas. Tras dos días, las protestas han parado, pero veinticinco personas que protestaban han muerto a manos del Ejército. Eres la Primera Ministra. Escribe un discurso para emitirlo por televisión a toda la nación en el que expliques por qué usar al Ejército contra aquellos que protestaban violentamente era la única opción que tenías disponible y que era algo necesario y ético.

Cogió la hoja de respuestas y se dispuso a retocarla. Era el momento de comparecer ante sus conciudadanos.

(Inspirado en esta noticia)

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