Cuando no puedes dormir

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Abrió los ojos en un intento de hacer descansar a sus ojos de la oscuridad. El reloj brillaba encima de la mesilla de noche. 2:26. Le dio la espalda a esa imagen y se concentró de nuevo en la relativa oscuridad de la habitación. Pero el sueño no llegaba.

Intentó imaginar colores para que los sueños llegaran antes que el sueño y una ficción comenzara a crecer entre sus neuronas, pero no fue capaz de mantener los tonos, que se volvieron grises enseguida y se desvanecieron. Hasta su imaginación se había dormido antes.

Relajó uno a uno todos los músculos del cuerpo, comenzando por las puntas de los dedos hasta dejar el cuerpo en peso muerto y su cabeza flotando sobre la almohada. Pero su mente seguía a mil por hora y no era capaz de relajar su músculo más indomable.

Decidió levantarse de la cama para aprovechar, al menos, la noche. Apartó la manta de su cuerpo, puso los pies en el suelo y, entonces, despertó.