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martes, 22 de febrero de 2011

El viajero del tiempo

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He tenido una de las experiencias más extrañas de mi vida. No es propiamente una anécdota de autobús, pero la considero como tal, dado que ha sucedido frente a la parada de autobús que sucede a la de mi casa, y que habrán pasado del orden de unos 15 autobuses en las más de dos horas que ha durado mi experiencia. He de aclarar que todo lo que voy a contar es absolutamente verídico, por muy surrealista que parezca.

Eran sobre las 19.00, quizá un poco antes. Llevaba una hora recorriendo tiendas en pos de algo que añadir a la, parece ser, paupérrima lista de objetos a rifar en la Cena Solidaria de este año (para más información, solicitar entradas o colaborar en la Fila 0, contáctame al mail) No estaba teniendo demasiado éxito, y quizá no ayudara el hecho de ir sola y de ser algo mayor ya para dar pena. Pero, pese a ello, tenía una pequeña lista de comercios que no habían declinado de entrada el ofrecimiento. Como cada uno me había dicho un día distinto, había decidido apuntarlo en mi móvil, para evitar que la Doris de mi cerebro produjera esa amnesia de los acontecimientos recientes e importantes que tanto me fastidia. Así que iba por la calle, camino a la avenida, con los carteles que me quedaban en una mano, el móvil en la otra, el bolso colgando y metida en mi burbujita, como siempre, descabezando conejitos.

A la altura de la parada del bus, pero en la acera de enfrente, y tras jugarme la vida cruzando sin mirar, me he cruzado con un chico, como tantos que van por la calle. Normalmente me fijo un poco en los que me cruzo, pero en mi descabezamiento personal no me fijo en nada más. En esto que me dice: "Perdona, llevas...? (un perfume que no recuerdo. Puñetera Doris)". Me he quedado loquísima. Me esperaba un mormón, un Testigo de Jehová, alguna recogida de firmas... Pero tras pensarlo y fijarme me ha parecido un loco.

Hoy ha dado la casualidad de que estaba en modo simpático. Puede haber influido que estuviera obligada a estar en ese modo para verder el rollo de la Cena y su rifa. Una reacción que podría haber tenido, mucho más habitual que la que he tenido, hubiera sido contestar educadamente, poner una excusa y marcharme. Pero no. He contestado y he seguido el rollo.

Este chico dice coleccionar piropos. Una extraña colección, todo hay que decirlo. Pero la conversación ha fluido con complicada facilidad. Empezando por hablar de piropos y pasando a hablar de salsa, que parece que baila él.

Yo, siempre reticente a mostrarme de primeras, he intentado no destaparme mucho. Pero he revelado mis estudios, él ha revelado ser opositor a profesor de Historia. Hemos hablado de la actualidad, de política, ideología, cultura, sexo, amistad, seducción, inteligencia emocional, de prejuicios, de mujeres, moda... La temática ha sido infinita. Su intención, según el mismo, sacarme una sonrisa, porque me había visto muy seria (normal, estaba descabezando conejitos) Su recuento, mega exagerado. 1025 sonrisas. Me ha echado más de 20 años por mi forma de hablar. Él ha dicho tener 32.

No ha habido nombres, al menos hasta la despedida. Él se ha llevado mi nombre y mi promesa de preguntar a mis amigas sobre piropos diferentes y elegantes que les hayan dedicado. Yo me he llevado un mail donde enviar esos piropos.

Sinceramente, una de las tardes más surrealistas de mi vida. Tengo que hacerlo más a menudo. Hablar con desconocidos. Es muy enriquecedor.

Por cierto, algún piropo interesante, caóticos?

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